miércoles, 26 de marzo de 2008

Para los amantes de la libertad y los autos rápidos

La libertad de las autobahn está amenazada

Desde niños, los que amamos los automóviles hemos soñado con conducir un gran coche. Entre nuestro listado de autos de ensueño estaban, sin ninguna sombra de duda y con pocas posibilidades de excepción, los alemanes, que usan orgullosos los logotipos de Mercedes-Benz, BMW, Audi (algunos aún se acuerdan de los Auto Union) y, más que nada, Porsche.
A diferencia de los estadounidenses, los autos alemanes no comenzaron a recibir su reconocimiento debido a su lujo o comodidad. Al contrario de los italianos, no comenzaron a ser admirados gracias a su diseño exótico o velocidad extrema. Distintamente de los ingleses, no obtuvieron fama gracias a la sofisticación de sus modelos. Los coches alemanes siempre han sido reconocidos, admirados y afamados como consecuencia de la precisión de su construcción y de su manejo y éste sólo pudo ser mundialmente reconocido gracias a un gran aliado: la red de autovías federales germana, conocidas como autobahn.
Las autobahn son un proyecto de principios del siglo pasado. Con el crecimiento de la industria automotriz, casi recién nacida en ese entonces, había la necesidad de conectar por carretera a varias ciudades alemanas. Pero la Primera Guerra Mundial había dejado al país con escasos recursos y los proyectos se fueron posponiendo. Hasta que Adolf Hitler percibió en él una forma de propaganda que funcionaría perfectamente para alardear la supuesta superioridad germana. Con este respaldo, la primera autobahn fue inaugurada en 1935.
Para ese entonces, Italia ya tenía la primera autovía del mundo, la Autostrada del Lago, que une Milán a Varese, abierta al público en 1924 por otro dictador visionario: Mussolini. La diferencia que inclinaría la balanza de la fama mundial entre una y otra carretera era el límite de kilometraje, restricto a 130 kilómetros por hora en Italia y, como es sabido, irrestricto en Alemania.
Esta ausencia del límite de kilometraje, ayuda hasta hoy a la industria automotriz germana a vender sus automóviles, porque aún cuando estos coches sean comprados por quienes habitan los demás países del mundo, casi todos con límite de kilometraje, la imagen de autos capaces de correr sin restricciones por las carreteras de su propio país, los hace aún más irresistibles.
Por mucho tiempo, muchos quisieron terminar con esa libertad para los conductores bajo el argumento del riesgo que supuestamente representa la libertad de correr lo máximo de que sean capaces tanto coche como conductor. Pero las estadísticas siempre se mostraron a favor de las autobahn. Una prueba de ello es que a pesar de que representa un tercio de la red de carreteras alemanas, las autobahn sólo son responsables por 6% de los accidentes que dejan humanos heridos en ese país. Otra comparación se hace con la también excelente red de carreteras de Estados Unidos, que tiene límite de 65 millas por hora (105 km/h) en la mayoría de los casos. Casi la totalidad de los estudios hechos sobre esto dice que la tasa da fatalidades es similar en ambos casos, siendo incluso más baja en Alemania, de acuerdo con muchos.
Sin fuerza para usar la bandera de la seguridad, los enemigos de las autobahn ahora han encontrado otro argumento: la ecología. Según algunos, establecer un límite de velocidad de 130 km/h en Alemania, reduciría, de tajo, entre 5 y 9 por ciento la contaminación, consecuencia de la menor exigencia a los motores.
Por supuesto que la poderosa industria automotriz alemana está en contra de la medida y ya ejerce sus influencias para que este raro símbolo de libertad alemán, se mantenga tal y como está.
Angela Merkel, la Primera Ministra germana, ya dijo que ningún cambio de este tipo ocurrirá bajo su mandato. Ella argumenta que los embotellamientos producidos por la reducción de la velocidad en su país, sería tan o más problemático para el medio ambiente de lo que puede ser la libertad de conducir a la velocidad que se pueda.
Las autobahn están bajo ataque, como ya lo estuvieron antes, pero los amantes de los buenos autos, del manejo veloz y de la libertad, aunque sea en un solo lugar del planeta (las autobahn son también una fuerte atracción turística), esperamos que venzan esta nueva batalla. Y agradecemos el —al menos para nosotros— sentido común de Angela Merkel.

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